Los acuerdos de libre comercio con Estados Unidos exaltaron esperanzas en Colombia y Panamá, pero los vecinos que ya tienen pactos con la mayor economía del mundo conocen su lado oscuro: dependencia económica, cierre de pequeñas empresas y un golpe para los campesinos.
La contracara de estos pactos suele quedar escondida por los beneficios que generan, como el crecimiento exponencial de las exportaciones, el caudal de inversión extranjera directa y productos importados más baratos para el consumidor.
"Siempre alguien paga la factura", dijo Fernando Ruiz, del Consejo Empresarial Mexicano de Comercio Exterior (Comce), que agrupa a decenas de empresas que exportan e importan como Microsoft y Wal-Mart o las locales Bimbo y Grupo México.
México sabe de eso. Fue el primer país de la región en tener un acuerdo con Estados Unidos en 1994 con el Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN) que incluye a Canadá, cuando las economías no eran tan abiertas y el país latinoamericano empezaba a sufrir una de sus peores crisis.
Chile y Perú son las otras dos naciones en la región que tienen pactos de libre comercio con Estados Unidos.
Colombia y Panamá vienen empujando desde hace años el tratado de libre comercio porque les da certidumbre a nivel internacional, sienta las bases para otros acuerdos con el mundo y abre un potencial mercado de consumo inmenso.
Aunque las exportaciones mexicanas se triplicaron en la primera década del pacto, se generaron muchos empleos en la industria ensambladora y el sector automotriz relució, pequeñas y medianas empresas debieron cerrar sus puertas tras perder la pulseada de costos con Asia para proveer insumos.
"Los que perdieron fueron la mediana y pequeña empresa que suministra partes y piezas para estas industrias triunfadoras en la exportación", dijo Ruiz del Comce. "Se rompieron las cadenas productivas".
Para el campo las cosas no fueron mucho mejor.
Con el acuerdo comercial, los precios internacionales para los agricultores cayeron a la mitad y 2 millones de campesinos fueron empujados hacia trabajos en ensambladoras, a emigrar ilegalmente o al narcotráfico, dijo Laura Carlsen, directora del Americas Program para el Center for International Policy.
Probablemente eso fue consecuencia de los beneficios impositivos e incentivos que se dieron a las maquiladoras de exportación, que no tienen una derrama en la industria local porque importan más del 90% de sus insumos, y del retiro de muchos programas mexicanos que apoyaban al agro.
"El otro ángulo que hay que contemplar es como amenaza efectivamente lo mismo que sufrió México", dijo Mauricio Ramírez, presidente de la Asociación Colombiana de las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas de Colombia (Acopi).
"Nuestra única salida para enfrentar esa amenaza y salir avante, victoriosos y obtener ganancia para nuestros micro, pequeños y medianos empresarios es la asociatividad" entre empresarios chicos, agregó.
Acuerdos calcados. Para el gobierno colombiano, el acuerdo -aprobado hace dos semanas tras cinco años de estancamiento en el Congreso norteamericano- será antídoto para la pobreza y el desempleo, aunque hoy el consumo de Estados Unidos está deprimido.
Esta crisis complica medir los beneficios de un acuerdo comercial en países como Perú, donde el pacto rige desde el 2009, según su ministro de Comercio Exterior, José Silva.
Al menos para México, la dependencia de la economía de Estados Unidos, a donde envía un 80 por ciento de sus exportaciones, ha sido un arma de doble filo. Con la crisis estadounidense, México fue el país que más sufrió de la región.
Y los nuevos acuerdos de Colombia y Panamá, que aún no entran en vigor, son similares al que cerró México años atrás.
"Cuando uno ve los diferentes capítulos con sus anexos de estos tres acuerdos, lo que tenemos es prácticamente una repetición del mismo índice que tiene el TLCAN (...), son muy similares por no decir que son idénticos en muchos casos", dijo José Barrera, profesor de comercio internacional en la universidad mexicana ITESM y ex funcionario comercial.
Pero los tiempos en los que se firmaron los pactos son muy distintos. En 1994 las economías eran más cerradas, y hoy Estados Unidos tiene un arancel promedio del 1%.
Las preferencias en tarifas ya no son significativas. Y curiosamente la proporción de exportaciones e importaciones hacia y desde Estados Unidos de sus socios México, Chile y Perú respecto del total han bajado en los últimos años.
"¿Cuáles van a ser los efectos (positivos) para el caso de Colombia, incluso de Panamá? Pues, limitados", agregó Barrera.
Sin embargo, el acuerdo comercial le abrirá a Colombia un importante mercado para sus productos agropecuarios como las flores -son los segundos mayores exportadores del mundo- y algunas verduras congeladas, aseguran especialistas.
La industria textil también será beneficiada porque antes tenía que entrar al mercado estadounidense a través de México por las reglas de origen. Ahora podrá exportar directamente.
Ganadores y perdedores. Con todo, los colombianos tienen motivos para fruncir el ceño, sobre todo cuando se calcula que 80% de los productos estadounidenses ingresarán sin arancel cuando el acuerdo entre en vigencia.
La incipiente industria manufacturera -que aún no es muy competitiva- podría recibir un fuerte impacto de la apertura a productos baratos estadounidenses, aseguran especialistas.
Y el campo colombiano tampoco saldría indemne porque ahí es donde Estados Unidos se luce.
"El sector donde Estados Unidos es más competitivo curiosamente es el sector primario, el sector agropecuario y el sector extractivo, entonces en esos sectores es donde un poco puede haber algunas fricciones en Colombia", dijo Luis de la Calle, consultor de comercio exterior y ex funcionario del gobierno mexicano que negoció el tratado de libre comercio.
"La parte sensible puede estar más bien del lado de los granos, las oleaginosas y cárnico", agregó.
En Panamá la historia es distinta porque es una economía orientada a los servicios, sin industria manufacturera y tienen aranceles cercanos a cero en la mayoría de los productos.
Para algunos consultores, Panamá sería el gran ganador de estos acuerdos, porque el tratado de libre comercio es una oportunidad para que el país centroamericano siente las bases y se convierta poco a poco en el Singapur de América.
El sector de servicios bancario, hipotecario, de seguros, transporte y portuario probablemente van a florecer más aún a la sombra del pacto comercial.
De todos modos, aunque pesa poco en las exportaciones panameñas a Estados Unidos, el sector agrícola ha mostrado inquietud por el acuerdo.
"Siempre el sector agrícola ha estado muy preocupado", dijo Roberto Alfaro, ex embajador panameño en Estados Unidos y presidente del Consejo Empresarial Estados Unidos-Panamá. "Ese pánico no se va a ir hasta que no tengan que mejorar y competir y ver que hay más negocio" en Estados Unidos, agregó.
Fuente: América Economía